Cada vez son más las personas que apuestas por instalar una sauna en casa o acudir de forma regular a una. No en vano, con el paso de los años, cada vez la gente tiene más claros los beneficios de esta práctica y son más consecuentes con sus precauciones.
Por desgracia, no son pocas personas las que todavía creen que para lo único que sirve un baño de sauna es para relajarse. Lo cierto es que tiene muchas más aplicaciones que la de aliviar el estrés.
Por ejemplo, contar con una sauna en casa o acudir a una permitirá disfrutar de una piel mucho más limpia. Gracias al profundo calor al que se está sometido, el cuerpo no tendrá otra obligación que sudar para regular la temperatura, abriendo los poros y facilitando la eliminación de células muertas.
Además, gracias al sudor que se desprende, nos desharemos de muchísimas bacterias que se encuentran en la capa epidérmica, mejorando instantáneamente la circulación capilar. Otra consecuencia directa es que, nada más terminar, la tez está más brillante y suave.
Hemos de tener presente también que tomar baños de sauna facilitará la eliminación de toxinas. Esto será especialmente importante sobre todo si no se tiene el suficiente tiempo libre para poder hacer ejercicio físico con regularidad. Con la sudoración profunda que provocará el intenso calor, tendrá lugar un aumento de nuestra temperatura y, en consecuencia, un flujo sanguíneo muchísimo más activo. Esto provoca que sea mucho más fácil para nuestro organismo deshacernos de productos como por ejemplo el mercurio, el níquel, el cobre o el plomo.
Un beneficio que no mucha gente conoce es que contar con una sauna en nuestro hogar o acudir a una puede ayudarnos a aliviar los dolores articulares o musculares que se pueden sufrir. Eso se debe a la liberación de endorfinas que tiene lugar durante al baño. Esta sustancia tiene un efecto calmante en el organismo, conduciendo a una mayor relajación corporal.