Además de personajes ilustres, literarios y políticos, en el cementerio sacramental de San Isidro reposan los restos de dos pasajeros del Titanic. Una de ellas es María Josefa de la Cruz Pérez de Soto y Calleja, una de las grandes damas de la sociedad madrileña, que se embarcó en el Titanic junto a su marido Víctor.

Lo anecdótico es que la madre de Víctor les advirtió de manera premonitoria que no se subieran a ningún barco, consejo que el joven matrimonio ignoró. Estando en París, compraron un par de pasajes para embarcarse en el trasatlántico y dejaron al mayordomo en tierra, encargado de enviar diariamente postales a la madre de Víctor, para que no sospechara de su viaje.

El resto ya es historia: Josefa sobrevivió al hundimiento, mientras que Víctor pereció en aguas del Atlántico norte. Su panteón se encuentra aquí, al que años más tarde se agregó su esposa.

Menos románticos, y mucho más polémicos, son los restos de ocho miembros de la Legión Cóndor, capitaneada por Hitler durante la Guerra Civil español.

Estos reposan en la Almudena. Sobre sus tumbas había una placa que decía: ‘Aviadores alemanes muertos por Dios y por España. ¡Presentes!’. Fue retirada por el Ayuntamiento de Manuela Carmena.