Cuando uno pasea por la capital, se puede encontrar por el camino con numerosas estatuas que adornan sus calles. Muchas de ellas pertenecen a las denominadas ‘ecuestres’. Estas se llaman así por representar a un importante personaje de la historia de Madrid a lomos de un imponente caballo.
Las estatuas ecuestres son símbolo de grandeza y triunfo, es por ello que los personajes más ilustres de la historia siempre aparezcan inmortalizados con junto a este fiel animal. Desde el famoso cuadro de Carlos V del Museo del Prado, hasta reyes vecinos del centro de Madrid. Vamos a recordar cuáles son los caballos más famosos de la capital y la historia de sus inmortales dueños.
Carlos III, el mejor alcalde de Madrid
El pistoletazo de salida de este recorrido ‘a caballo’ por las calles de Madrid lo damos en la Puerta del Sol. Allí nos espera un vecino muy querido por los vecinos de la capital.
Carlos III a caballo vigila que bajo sus pies todo suceda de la manera correcta sobre el suelo de la Puerta del Sol. Comparte vecindario con el famoso ‘Oso y el Madroño’ y alguna otra estatua menor, pero sin duda él es el gran protagonista del barrio.
Esta estatua es la más joven de entre todas las ecuestres pues, aunque parezca que lleva allí toda la vida, fue inaugurada nada más empezar los 90 del pasado siglo. Lo curioso es que se trata de toda una recreación de una estatua anterior que encargó hace siglos el propio Carlos, como regalo a su padre Felipe V.
¿Dónde se encuentra la original? Solo hay que andar unos metros para encontrarla, pues se custodia en la Real Academia de San Fernando. Esta fue la inspiración que encontraron Miguel Ángel Rodríguez y Eduardo Zancada para realizarle este bonito homenaje al rey conocido como “el mejor alcalde de Madrid”.
Debido a su modernidad, la estatua cuenta con un dispositivo que ahuyenta a las palomas. Es por eso que normalmente no vemos pájaros ensuciando el ropaje del famoso rey napolitano.
‘Felipe III a caballo’, una estatua viajera
Pocos metros más allá, en la Plaza Mayor, otro famoso caballo nos acompaña en nuestro particular viaje. Esta lleva en Madrid desde 1616. Fue un regalo del Gran Duque de Florencia para el monarca español.
Sin embargo, la Plaza Mayor no fue su ubicación inicial. La estatua de Felipe III si es conocida por algo es por ser una de las más viajeras de la ciudad.
Al principio se encontraba en la Casa de Campo. Al finales del XIX se dejaron de hacer los famosos ‘autos de fe’ en la céntrica plaza madrileña. Para darle un aire más moderno, Isabel II decide en 1848 trasladarla al lugar donde hoy es contemplada por cientos de madrileños.
En 1868, debido a la llegada de la I República, esta fue retirada y guardada en los almacenes de la Villa. En 1875 volverá de nuevo al reinar en el centro de la Plaza Mayor.
Cuando se instaura la II República en 1931, todo lo que huele a monarquía es fuertemente rechazado. Ese mismo año la estatua ecuestre de Felipe III sufre un atentado. En la boca de caballo se introdujeron explosivos.
La escultura cayó al suelo con las cabezas del caballo y el rey totalmente despegadas del cuerpo. Lo curioso fue que de la estatua comenzaron a salir disparados cientos de plumas y huesecillos. Esto fue por la cantidad de pájaros que se habían quedado atrapados en su interior, entrado por la boca del propio caballo.
La estatua se restauró, pero en 1970 volvió a viajar hacia el Parque del El Retiro con motivo de la construcción del aparcamiento subterráneo de la Plaza Mayor. Tras su inauguración, volvió a su casa y desde entonces el caballo de Felipe III no ha vuelto a viajar más por la capital.
Los cuatro ‘genios’ de la estatua de Felipe IV
A Felipe IV tenía envidia de la estatua de su padre, por eso quiso tener una propia pero que superara con creces a la de su progenitor.
Aunque las estatuas ecuestres eran muy comunes en la época, había una que se le resistía a los artistas de estas esculturas. Nadie había sido capaz de hacer una que se mantuviera de pie sobre sus dos patas traseras.
Felipe IV se empeñó en conseguirlo y para ello contactó con los más importantes genios de la época. Primero de todo llamó a su pintor de cámara, Diego Velázquez, para idear el diseño. El artista sevillano se estuvo carteando con el mismo Galileo Galilei para conseguir la hazaña de mantener el caballo sobre sus dos patas traseras.
Galileo les aconsejó que hicieran maciza la parte de atrás del caballo y hueca la de adelante. Gracias a esto se consigue la distribución de pesos ideal para que la escultura no acabara en el suelo.
Pietro Tacca fue el escultor que modeló la estatua desde Italia. Dedicó seis años enteros a perfeccionarla. En 1642 sería traslada a Madrid. Allí estuvo colocada en el Jardín del Caballo del Buen Retiro. En 1843 Isabel II la llevaría a los jardines del Palacio Real, coincidiendo con los actos de su mayoría de edad. Curiosamente, en hacer este traslado, según dicen las crónicas, solo tardaron tres horas.
Felipe V, el rey que se quedó sin estatua
Carlos III quiso hacerle una estatua ecuestre a su padre como homenaje. Para ello convocó un concurso. La idea era crear este monumento para después ponerlo en una céntrica plaza madrileña donde todo el mundo pudiera admirar el poder del primer rey Borbón en España.
Manuel Francisco Álvarez de la Peña se presentó a este concurso y quedó finalista. Su obra se inspiraba en la estatua de Felipe IV. Como podemos ver esta también aparece con las dos patas delanteras levantadas. El caballo se apoya sobre las dos traseras y la cola.
Otro de los finalistas fue Robert Michel. Primero hizo un boceto en yeso. También podemos observar que se sostiene solo sobre dos patas, aunque esta vez se parece más a la estatua de Felipe III a caballo que se encuentra el la Plaza Mayor de Madrid.
Finalmente Carlos III muere. A ninguno de sus sucesores le parecía buena idea seguir con este precioso homenaje al que era su abuelo, Felipe V. Las estatuas se guardaron en la Real Academia de San Fernando, que es hoy donde pueden ser visitadas. Estas sirvieron de inspiración para la de la Puerta del Sol.
El secreto que esconde Alfonso XII
Alfonso XII fue conocido como “El Pacificador”. Murió tan joven que solo pudo reinar 11 años. Sin embargo, en su corto reinado fue capaz de restaurar la monarquía en España, además de devolverle un poco de tranquilidad a un país totalmente inestable en aquel momento.
María Cristina de Habsburgo, la de la famosa canción, era la esposa de Alfonso. Al quedar viuda, se convierte en Reina Regente. Esta decide convocar en 1902 un concurso nacional para construir un monumento a su difunto marido. José Grases Riera y su monumental proyecto fue el ganador de tal honor.
Aunque acabó adornando una de las orillas del Estanque del Retiro, lo cierto es que inicialmente, este monumento estaba pensado para ser instalado en la Plaza Mayor, Cibeles o a los pies del Teatro Real en la plaza de Ópera. Al final acabó en el lugar en el que hoy puede ser admirado.
Pero si algo destaca en todo este conjunto, es la estatua ecuestre del rey Alfonso XII, creada por Mariano Benlliure en 1904. Si nos fijamos bien, el caballo está en movimiento. El rey viste con el uniforme de capital general de los ejércitos. En la mano derecha sujeta un sable, signo que nos rebela que está pasando revista a las tropas y que, por tanto, su fiel compañero está caminando.
Lo que muchos no saben es que a sus pies guarda un gran secreto. Si nos fijamos atentamente, debajo de la estatua hay un mirador. Este solo estuvo abierto en la década de los 80, pero su mal estado obligó a las autoridades a que fuera cerrado para su restauración. En el 2018, tras más de 30 años cerrado, volvió a abrir sus puertas.
En El Retiro también hay otra estatua ecuestre. No es otra que la del general Martínez Campos, a escasos metros de la de Alfonso XII. Gracias a este militar Alfonso XII pudo ser rey. En el parque, es curioso que su estatua y la del monarca se encuentran dándose la espalda, como si la historia nos quisiera decir algo.
El monumento homenaje a Martínez Campos es del mismo autor que la estatua de Alfonso XII. Esta se encuentra rodeada de un estanque, justo en el lugar que ocupaba la de Felipe IV y su caballo antes de ser trasladada al Palacio Real de Madrid.
El afamado caballo de Espartero y sus particulares atributos
Hay un dicho muy popular que muchos afirman que nació en Madrid. “Tienes más huevos que el caballo de Espartero”, es una expresión que se utiliza para designar la valentía y el arrojo de aquel a la que vaya dirigida.
¿Por qué tenía tanta fama el caballo del General Espartero? Pues para conocerlo, solo tenemos que ir a donde se cruza la calle O’Donell con Alcalá. Allí se encuentra la famosa estatua ecuestre que dio origen a aquel dicho popular.
Valdomero Espartero fue un respetado general del siglo XVIII. De hecho sus éxitos en batalla fueron tan importantes que también la calle Príncipe de Vergara toma su nombre en su honor.
El autor de tal monumento fue Pablo Gibert Orig. No se sabe el motivo, pero este artista dotó al caballo de grandes atributos masculinos. La gente cuando pasaba cerca se quedaba mirando sorprendida y fue allí donde los madrileños comenzaron a incorporar esta expresión al vocabulario popular.
Isabel la Católica, la única mujer a lomos de un caballo
De entre todas las estatuas que hemos mencionado, en ninguna aparece una mujer. Sin embargo, si que hay una en Madrid que se impone dentro de este mundo de hombres condecorados.
Isabel la Católica es la elegida. Este monumento se encuentra en el Paseo de la Castellana, más o menos por donde queda el Museo de Ciencias Naturales. Muchos de los que por allí pasan ni siquiera han reparado en su presencia.
La estatua lleva en Madrid desde 1883 y fue creada por el escultor Manuel Oms y Canet. En él, la Reina más importante de la historia de España, monta sobre un corcel. En la mano lleva una cruz en representación a la fe católica.
Isabel va acompañada de dos personas más. A su lado, y tomando las riendas del caballo, el capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. Al otro, el cardenal Pedro González de Mendoza, denominado en la época como ‘tercer rey de España’.