En el corazón de Madrid hay un monumento que sobre sale por encima de otros. Este no es otro que la Basílica de San Francisco el Grande. Sus dimensiones y los tesoros que guarda hacen de este templo un lugar único.
Hoy recorremos su historia de la mano de aquel santo que le otorgó su nombre y regaló al pueblo de Madrid este espectacular lugar. No es otro que San Francisco de Asís.
San Francisco de Asis, un visitante más de Madrid
Para hablar del origen de este gran templo, hay que conocer a San Francisco de Asís. Este santo nació en Italia bajo el nombre de Giovanni. Fue un gran maestro pues con él se inició una profunda renovación de la iglesia católica.
La tradición cuenta que en una peregrinación a Santiago de Compostela sobre el año 1214 pasó por Madrid. En el lugar donde ahora se levanta esta basílica, plantó una pequeña tienda donde hizo noche.
Esta tienda era una pequeña cabaña muy típica de los franciscanos. Estaba construidas con tablas y ramas. Poco a poco la convirtieron en un minúsculo convento de la orden. Más tarde sería una ermita.
Con el tiempo, se pensó construir en ese mismo sitio una gran iglesia en honor a San Francisco. Para ello se contó con la presencia de dos de los arquitectos más importantes de Madrid: Ventura Rodríguez, al que le rechazaron el proyecto y, más tarde, Francisco Sabatini.
Por ello, el actual templo que podemos visitar ahora data del siglo XVIII. Fue construido entre los años 1776 y 1784 de la mano de estos grandes maestros de ceremonias que ya crearon otras maravillas como el cercano Palacio Real.
Un edificio con mil y un usos
En 1836 se produce la Desamortización de Mendizábal. Estas leyes expropiaron los vienes de la iglesia para ponerlos en subasta pública. La Basílica de San Francisco El Grande, sin embargo, pasaría a manos del Estado.
A partir de aquí, los usos que se le dio al templo fueron totalmente variopintos. Por sus paredes transcurrieron todo tipo de oficios y personajes celebres en la historia de Madrid.
Tras la invasión napoleónica quedó muy dañado y se usó como cuadras de caballos durante un tiempo. También sería un hospital durante la guerra. En 1838 se convertiría en un Cuartel de Infantería del Ejercito Español.
Más tarde, entre 1869 y 1874, se utilizó como Panteón Nacional. Allí descansaron durante un tiempo los restos de personajes tan importantes como Calderón de la Barca, Quevedo o Garcilaso de la Vega.
Durante la Guerra Civil, San Francisco el Grande tenía el privilegio de que existía una orden que prohibía bombardear el templo. Por este motivo, en seguida se convirtió en un refugio para todos los madrileños.
Pero allí no solo se salvaban vidas humanas, sino que gracias a esta orden, la basílica se convirtió en un gran almacén de obras de arte. En su interior se preservaron de los daños parte de los muebles y riquezas del Palacio Real, así como otros tesoros de valor incalculable.
La vuelta a los orígenes
Fue en el año 1926 cuando, de la mano de Alfonso XIII, el templo fue devuelto a los franciscanos. Finalmente, en 1962 el Papa Juan XXIII le daría el título de Basílica menor.
Lo curioso es que el verdadero nombre de San Francisco el Grande no es este. La iglesia real pertenece a Nuestra Señora de los Ángeles, siendo esta su verdadera denominación.
Esta basílica se sitúa en la confluencia entre la calle Bailén y la carrera de San Francisco. Esta última toma su nombre del templo. También las Cavas de La Latina tenían el apellido de ‘San Francisco’ por su cercanía, pero lo acabaron perdiendo.
Desde entonces, es uno de los templos más queridos por todos los madrileños. También es uno de los más majestuosos de la capital. Compite en esplendor con la Catedral de la Almudena. De hecho, los dos templos son prácticamente vecinos.
La cúpula más grande de toda España
Si hay algo que llama la atención de San Francisco el Grande es su espectacular cúpula. Con una altura de 57 metros y un diámetro de 33 metros es la más grande de toda España.
Esta cúpula compite en grandiosidad a nivel mundial. La de este templo madrileño es la cuarta más grande del mundo. Por delante de ella solo están las de la Basílica de San Pedro del Vaticano, la del Panteón de Agripa en Roma o la del Duomo de Santa María del Fiore de Florencia.
La curiosa distribución del interior de la basílica contempla una rotonda en el centro. Alrededor de esta, se distribuyen las lujosas capillas dedicadas a San Antonio de Padua o Nuestra Señora de la Merced entre otras.
También cuenta con 12 grandes esculturas que representan a los apóstoles. Cada una de ellas miden 2,38 metros de altura. Están hechas con mármol de Carrara, el mismo material del que está hecho el David de Miguel Ángel.
El gran tesoro pictórico que esconde San Francisco
En su tiempo, este templo sirvió como refugio y salvó de la destrucción a numerosas obras de arte. Además de esto, la Basílica de San Francisco el Grande también cuenta con un museo pictórico lleno de tesoros.
La capilla mayor del templo junto con las otras seis menores está cubierta por importantes lienzos firmados por pintores Zurbarán, Moreno Carbonero o Muñoz Degrain.
Uno de las obras más importantes que guarda San Francisco es el de ‘San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón’, pintado por Francisco de Goya cuando tenía 36 años.
Una curiosidad de este cuadro es que San Bernardino y Alfonso V de Aragón no se encontraron jamás porque entre el nacimiento de uno y de otro transcurrieron más de cuatrocientos años.
Uno de los grandes problemas a los que cada año se enfrenta esta iglesia son las filtraciones de agua. Estas dañan mucho su estructura y cada poco hay que realizarle una profunda remodelación.
La visita a San Francisco el Grande cuesta 5€. Para poder acceder al museo tendrás que acudir de martes a viernes de 10:30h a 12:30h o 16h a 18h. También los sábados si no se ofician actos religiosos.
Vale la pena poder contemplar la belleza de la cúpula más majestuosa de España, que espera con alegría ser admirada bajo la mirada atónita de los madrileños que deseen disfrutar de esta joya.