Madrid está lleno de rincones desconocidos que guardan múltiples secretos y curiosidades que esperan a ser descubiertos. Muy cerca del Palacio Real se encuentra uno de ellos: el Monasterio de la Encarnación de Madrid.
Este lugar puede parecer una iglesia más, pero si cruzas sus puertas podrás conocer numerosos misterios que hacen de este templo madrileño un lugar único. Recorre su historia y descubre todos sus secretos.
Reina Margarita, la madre del Monasterio de la Encarnación
Margarita de Austria era la esposa del rey Felipe III. De ella se decía que era una reina con una fuerte fe católica y gran defensora del catolicismo. Además de ello, no solo se limitaba a ser la acompañante del rey, sino que también participaba activamente en la vida política.
Antes de trasladar la capital de España a Madrid, esta se encontraba en Valladolid. Allí la reina conoció a las Agustinas Descalzas, de las que quedó fuertemente prendada. A ellas les preguntó que, si conseguía expulsar a los moriscos del país, a ellas les dedicaría un convento en la capital.
A partir de aquí, el 10 de junio de 1611 sería el día elegido para colocar la primera piedra del Real Monasterio de la Encarnación. Tres meses después, el 3 de octubre de ese mismo año moriría la reina Margarita sin haber podido ver el resultado de su gran y querido Monasterio de la Encarnación.
Tanta fue la implicación en este proyecto de la reina, que en Madrid se conocía al Real Monasterio de la Encarnación como “convento de las Margaritas”, en honor a ella.
La importancia del diseño de Fray Alberto de la Madre de Dios
La Reina Margarita fue la encargada de supervisar todo. En primer lugar, decidió que el nuevo monasterio tenía que estar cerca de su residencia, el antiguo Alcázar de Madrid. Para ello, les compró a los Marqueses de Pozas unos terrenos que allí se encontraban.
Tras ello, el siguiente paso a seguir fue elegir qué arquitecto se encargaría de realizar este encargo. Este privilegio recayó sobre fray Alberto de la Madre de Dios, uno desconocido religioso que hizo del Monasterio de la Encarnación un edificio totalmente único.
El interior del templo es de estilo barroco. Lo que realmente sentó cátedra fue la fachada que diseñó fray Alberto. Su austero diseño serviría de inspiración a numerosas iglesias que se construyeron por el resto de España en aquella época.
A pesar de ello, fray Alberto de la Madre de Dios nunca sería recordado como lo que era: uno de los mejores arquitectos españoles y un ejemplo para todos los que vinieron tras él.
La gran fiesta de inauguración del Real Monasterio de la Encarnación
El Real Monasterio de la Encarnación se inauguró el 2 de julio de 1616 con una gran fiesta. A ella acudieron todos los nobles y la aristocracia madrileña del momento. Entre ellos, por supuesto, la familia real.
Para celebrar este acontecimiento se tiró la casa por la ventana. Las calles aledañas al templo se recubrieron con hermosos tapices hechos en la Real Fábrica. También se tiraron fuegos artificiales, los que había en aquel momento.
La familia real les regaló a las monjas agustinas de este monasterio la cama donde nació el mismísimo Felipe IV. De esta manera demostraban que esta institución era más que un templo para los monarcas españoles.
La celebración se prolongó y, sin duda, aquel 2 de julio fue recordado por muchos años como uno de los grandes días históricos que vivieron los madrileños de aquella villa y corte del momento.
El pasadizo secreto de este templo madrileño
Como ya hemos dicho, la reina Margarita sería la gran ideóloga del Real Monasterio de la Encarnación. Por este motivo, fue ella la que decidió las características que debía tener este singular lugar.
Que se encontrara cerca del desaparecido Alcázar de Madrid tenía un motivo. Esto era porque la Reina Margaría quería tenerlo a mano para poder asistir a misa cada vez que ella quisiera.
Para facilitar este desplazamiento, la misma Reina ideó un plan. La consorte decidió que había que construir un pasadizo subterráneo que fuera desde el monasterio hasta el mismísimo Alcázar. De esta manera, nadie le molestaría y podría acceder cuando quisiera.
El pasadizo no era un simple camino clandestino. Felipe IV llegó a recubrir sus paredes con obras de Velázquez. Durante el incendio que hizo desaparecer el domicilio real, este paso dejó de conectar con el Monasterio.
Felipe V quiso recuperarlo y colocó aquí su Real Biblioteca. Aquí también se reunió durante más de tres décadas con la Real Academia de Historia.
Sin embargo, la remodelación de la Plaza de Oriente que hoy conocemos acabó para siempre con este secreto del Real Monasterio de la Encarnación. Esto fue durante el breve reinado de José Bonaparte, hermano de Napoleón.
El gran milagro de la sangre del Monasterio de la Encarnación
El Monasterio de la Encarnación guarda en su interior obras de arte de gran valor. La colección pictórica que custodian las monjas agustinas contempla cuadros y esculturas de gran calidad e importancia.
Una de las cosas que más le llama la atención a todos los que le visitan es el Relicario. En su interior guarda más de 700 piezas religiosas que pertenecieron a santos y mártires de la iglesia católica.
Hay una, sin embargo, que tiene un valor casi mágico. Dentro de este relicario se encuentran dos ampollas de sangre que pertenecieron a los santos Genaro y Pantaleón. Esta última guarda un gran misterio.
San Pantaleón fue martirizado por defender el cristianismo. El 27 de julio del año 305, la historia cuenta que numerosos fieles recogieron su sangre con algodones y esta fue repartida como reliquia a lo largo del mundo. Una de ellas llegaría a Madrid en 1611.
Durante todo el año, esta sangre se mantiene en estado sólido y se puede observar cómo es de color oscuro. Cuando se va acercando el 27 de julio, la sangre se empieza a convertir en líquida y a cambiar de color.
Este fenómeno paranormal solo se puede observar durante 48 horas. Cuando ha trascurrido este tiempo, la sangre de San Pantaleón se vuelve a solidificar año tras año.
Las monjas agustinas del Monasterio de la Encarnación cuentan que solo en contadas excepciones no ha sucedido tal milagro. Cuando esto ocurre se dice que es sinónimo de que una desgracia se acerca a Madrid.
Debido a la pandemia, las visitas al Monasterio se han suspendido. Sin embargo, este curioso templo espera con ganas que los madrileños vuelvan a disfrutar de sus misterios más pronto que tarde.