Tontas, listas, de Santa Clara, francesas… la temporada de rosquillas de San Isidro vuelve a Madrid. Prepara la limonada para poder disfrutar de las verbenas disfrutando de su sabor.
Conoce la historia de la Tía Javiera y su incalculable familia madrileña. También la importancia de Bárbara de Braganza o el cómo diferenciar una ‘lista’ de una ‘tonta’. Esta es la curiosa historia de las rosquillas de San Isidro.
LA VERDADERA MADRE DE LAS ROSQUILLAS DE SAN ISIDRO
Las rosquillas como tal están documentadas desde el antiguo Imperio Romano. Ya entonces se fabricaba este tipo de dulces con esa forma tan particular. A Madrid llegaron siglos más tarde, durante la Edad Media.
Aunque su historia es longeva, lo cierto es que hay un personaje clave en el cómo se popularizaron las rosquillas durante la verbena de San Isidro. Esta es la Tía Javiera.
la tía javiera era la rosquillera más famosa de madrid
No se sabe mucho de esta persona. Hay una parte que dice que era de Fuenlabrada. Otros historiadores coinciden en que esta dulcera era de Villarejo de Salvanés. Lo único que está claro es que venía a Madrid a vender sus productos durante San Isidro.
Las rosquillas que la Tía Javiera vendía en la pradera eran diferentes. Sobre ellas había una cobertura de azúcar que las hacía irresistible. Todos los madrileños cayeron rendidos ante los encantos de este dulce.
Cuando llegaban las verbenas, los madrileños acudían en masa a los pies de la ermita del Santo para poder comprar las rosquillas de la Tía Javiera. Estas tenían un secreto: no llevaban azúcar. Para darles el sabor dulzón, esta pastelera utilizaba aguardiente y anís.
Tras esto, las colgaba en una caña para que secaran. Nadie en Madrid las hacía de esta manera tan original, por eso eran únicas y tenían tantísimo éxito.
LOS MIL HIJOS DE LA TÍA JAVIERA
La Tía Javiera moriría sin descendencia, sin embargo, todos querían heredar su famosa receta. En seguida empezaron a surgir por Madrid cientos de imitadores que decían ser los herederos de esta dulcera, todos mentían.
Tantos eran los imitadores, que era imposible creer que esta mujer que murió sin hijos hubiera podido dejar la receta a todos. En Madrid, comenzó a surgir un mito dentro de la cultura popular que dejaría huella hasta en el lenguaje.
Las referencias a la tía Javiera son numerosas dentro de la literatura, la música y la prensa de finales del siglo XIX y principios del XX. Incluso, este acontecimiento dio lugar a dichos que aún hoy perduran.
Cuando un madrileño te dice “de verdadera tía Javiera”, quiere decir que esa cosa es algo auténtico. También Federico Chueca la mencionaría en su sainete “Las ferias”.
Por último, sería Ramón Gómez de la Serna el que escribiría una cancioncilla mofándose de todos esos imitadores que decían ser hijos o familiares de la Tía Javiera.
¿ERES DE ‘TONTAS’ O DE ‘LISTAS’?
La base de la que parten todos los tipos de rosquillas de San isidro es prácticamente la misma. Para hacerlas hay que tener sobre la mesa huevos, azúcar, aceite de oliva, harina y anís.
A partir de aquí, lo que cambia es la cobertura. Dependiendo de la misma, existen cuatro tipos de rosquillas de San Isidro, cada una con su historia y nombre particular.
dependiendo de la cobertura, las rosquillas tienen un nombre u otro
Las ‘tontas’ son las más sencillas. Se llaman así porque no tienen cobertura ni están bañadas en nada. De ahí su nombre. Sin embargo, que no te engañe su simpleza, pues no tienen nada que envidiarle a las demás.
Las ‘listas’ van bañadas con un azúcar fondant. Pueden ser de diferentes colores. Algunas de ellas se les añade algún tipo de esencia, como puede ser el limón. Al ser más elaboradas se les llama de esa manera.
Por último, están las rosquillas de Santa Clara. Estás están recubiertas con un merengue seco de color blanco. Se llaman así porque las elaboraban las monjas clarisas del Monasterio de la Visitación. Las vendían para poder sufragar los gastos del templo.
LAS ROSQUILLAS FRANCESAS, EL CAPRICHO DE UNA REINA
Hay un tercer tipo de rosquilla algo diferente al resto. Estás son las llamadas francesas y se remontan a la época de Fernando VI.
Este breve monarca borbón se casó con la princesa portuguesa Bárbara de Braganza, de la que estuvo profundamente enamorado toda su vida. De hecho, su muerte supuso que el rey entrará en una auténtica vorágine de locura.
a bárbara de braganza no le gustaban las tradicionales rosquillas
Cuando Bárbara llega a Madrid empieza a conocer las costumbres de los españoles. Hubo algo que no le agradó: las rosquillas de San Isidro.
Para contentar a su esposa, Fernando VI llamó a su repostero. Junto a la reina, empezaron a diseñar un nuevo tipo de rosquilla que estuviera al gusto de la misma monarca portuguesa.
A partir de este momento nacen las rosquillas francesas. La diferencia con las demás es que están no tienen un baño de glaseado. Estas se bañan azúcar glass y se coronan con almendras.
“NO TE COMES NI UNA ROSCA“
La importancia de la gastronomía en la cultura española es enorme. De ahí que la comida traspase la frontera de ser ingerida por necesidad para llegar a formar parte de la cultura popular de la misma.
Cuando alguien no tiene éxito en el amor, se dice que “no se come ni una rosca”. Pero, ¿has pensado alguna vez a qué rosca se refiere?
las rosquillas madrileñas forman parte de la misma cultura popular española
Antiguamente, en la verbena de San Isidro, para romper el hielo, los chulapos y chulapas ofrecían a la persona con la que querían bailar una rosquilla de San Isidro. Si esta aceptaba, podían seguir cortejando.
Comerse este típico dulce en la verbena de San Isidro era sinónimo de éxito. Por ello, de aquellos que no tiene suerte ligando se dice que “no se comen ni una rosca”.
San Isidro se acerca y con él, vuelven las rosquillas a Madrid. Esperamos que después de conocer su historia, te acuerdes para siempre de la Tía Javiera y, a su salud, te comas “una rosca” o las que sean.