Decรญa Hemingway que Madrid estรก lleno de chicos que se llaman Paco. Que si ponรญas un anuncio en el periรณdico diciendo: “Paco, reรบnete el martes conmigo en el Hotel Montana”, tiene que aparecer la Guardia Civil para “dispersar a todos los jรณvenes que responden al anuncio”. Asรญ comienza el escritor su cuento La capital del mundo (a la sazรณn, Madrid). Una pieza breve pero intensa. Apenas diez pรกginas. Muchos escritos de Hemingway no necesitaban mรกs. Sacian con su estilo directo, su lirismo crudo y su sensibilidad sincera. Una decena de folios impresos con la palabra del ilinรฉs vale veinte veces mรกs que la obra completa de muchos otros escritores.
No es su cuento mรกs conocido. Tampoco el mรกs aplaudido. Pulula en las pรกginas de algunos volรบmenes recopilatorios de sus obras cortas, pero rara vez nutre las sesudas listas de las piezas mรกs talentosas del autor. Es, a todas luces, una obra maestra infravalorada. Una que habla de Madrid a travรฉs de su gente. Porque, de todos los Pacos madrileรฑos, Hemingway escoge a uno y narra su historia.
Es un camarero de la pensiรณn Luarca. Un joven callado y sencillo, pero con sueรฑos escondidos. Sueรฑos elevados. Era uno de los muchos Pacos que, en aquel Madrid del siglo pasado, soรฑaba con ser torero. Cuando termina sus turnos, en la soledad de la cocina, imagina en los manteles del comedor un capote reluciente. Y con รฉl, lanza verรณnicas a un toro imaginario que no estรก. Los azulejos frรญos de la estancia oscura eran, a sus ojos, la arena brillante de la Plaza de las Ventas. Su soso uniforme de mesero era un traje de luces ajustado en cintura y lleno de adornos dorados.
Muchas ciudades espaรฑolas ocupan lugar de honor en la literatura del premio Nobel que se matรณ en Cuba. Madrid es una. Cuando se piensa en obras como Fiesta, los adoquines que vienen a la mente son los de Pamplona. Pero los que hayan leรญdo el libro sabrรกn que es en Madrid donde Ernest pone el punto final a la historia de Jake y Lady Brett. Para รฉl, Madrid siempre tuvo algo. No solo amor, tambiรฉn melancolรญa.
LA TRISTEZA DE MADRID
Esta tristeza por Madrid (por su Madrid), estรก recogida en La capital del mundo desde la sencillez de lo de siempre. Construida casi como una obra teatral. El escribiente disecciones la ciudad de aquella รฉpoca a travรฉs de los rostros de sus personajes. Una lectura avispada basta para darse cuenta de que estas pรกginas hablan de muchas cosas, y no de unas pocas. Estรก la pobreza. Estรกn los sueรฑos rotos. Estรกn los curas, los matadores coquetos y las chicas que tienen que aguantar el asedio de los matadores coquetos. Estรก el anarquismo, aรบn clandestino. Estรก el cinismo. Madrid, en sus bellezas y sus flaquezas.
De todos los escritores norteamericanos, Hemingway fue el que mejor entendiรณ Espaรฑa. Su pensamiento y su pluma regresaban siempre aquรญ. Desde los paรฑuelos rojos de Pamplona hasta los soles redondos de Andalucรญa. Y pasando, por descontado, por los rรญos de gente de las calles de Madrid. Su Paco “adoraba Madrid”, porque “seguรญa siendo un lugar increรญble”. Una de esas ocasiones en las que el autor habla a travรฉs de su protagonista. La capital del mundo es muchas cosas. Tambiรฉn, aunque quizรกs no sobre todo, una carta de amor de Madrid. Es una bรบsqueda de la verdad en las personas que se olvidan.
El final es trรกgico. Porque Madrid ha tenido muchos finales trรกgicos. El propio Hemingway lo tuvo. Su obra es siempre trรกgica. La realidad golpea en las รบltimas lรญneas, cuando el lector lo cree todo apuntalado. Un relato de una noche de Madrid. Sobre un muchacho de Madrid. Soรฑando con los olรฉs del toreo madrileรฑo. Pintando recortes sobre el aire de Madrid. Escrito por uno que no era de Madrid, pero que juntaba palabras como si lo fuera.