Los milagros, aquellos grandes misterios que acuden sin explicación alguna y que sorprenden a todo aquel que sabe de ellos. La ciudad que nunca duerme, Madrid, guarda en la Plaza de Oriente uno de los mayores milagros ocurridos y que mayor intriga genera desde hace siglos.
El presente milagro tiene lugar cada año en el Real Monasterio de la Encarnación que atrae a miles de feligreses que acuden para ver en primera persona el acontecimiento. El templo religioso fue fundado por los reyes Felipe III y Margarita de Austria-Estiria en el año 1611, siendo desde aquel momento un edificio muy importante en la capital.
Junto al monasterio, se decidió levantar un convento de Agustinas Recoletas, comunicándose ambas construcciones a través de un pasadizo secreto. La arquitectura del Monasterio de la Encarnación reflejaba a la perfección el buen gusto de los Austria, por lo que en el año 1994 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Este monasterio cuenta con un patrimonio excepcional que lo convierte en un lugar perfecto para visitar en la ciudad. Sin embargo, de toda su amplia colección destaca un objeto único en el mundo que cada 27 de julio se lleva toda la atención, una ampolla que contiene unas gotas de sangre de San Pantaleón.
LA HISTORIA DEL MÁRTIR
Estas gotas pertenecen, en principio, a un mártir cristiano nacido en Nicomedia (Turquía) a finales del siglo III. Conocedor del mundo de la filosofía y de la retórica, San Pantaleón dedicó su vida a la medicina hasta que empezó a ser perseguido por Diocleciano, siendo finalmente torturado y asesinado.
Según cuenta la tradición, tras la decapitación llevado a cabo al santo el 27 de julio del año 305, varios fieles recogieron con algodones la sangre del santo y la guardaron en distintas ampollas que terminaron repartidas por todo el continente. Una de ellas llegó a Madrid en 1611 a modo de regalo, levantando suspicacias entre los madrileños que presenciaban el milagro de la sangre.
El milagro ocurre durante las horas antes del 27 de julio, cuando la sangre que a lo largo del año se encuentra en estado sólido y con una tonalidad oscura se comienza a licuar y adquiere un color más brillante. Un suceso que se puede observar durante 48 horas hasta que la sangre retoma su estado líquido original.
La iglesia del Real Monasterio de la Encarnación de Madrid abrió sus puertas para que los fieles pudieran rezar ante San Pantaleón, y presenciar este prodigio que se repite cada año desde hace más de 4 siglos. El milagro, como era evidente, levantó muchas sospechas incluso dentro de la propia Inquisición puesto que era muy difícil de creer que esto ocurriera tal y como se contaba.
Para poder verificar que el milagro ocurría sin trampa ni cartón, la iglesia envió a distintos testigos durante siete años consecutivos para que diesen fe y jurasen de que lo que ocurría era real. Estas personas, de la confianza del Santo Oficio, dieron constancia del milagro y así quedó reflejado en un documento titulado ‘Información sobre la licuación de la sangre del glorioso mártir de San Pantaleón’.
En la actualidad existen dos ampollas con la sangre de San Pantaleón: una en el monasterio mencionado anteriormente de Madrid y otra en Ravello, Italia. A pesar de que se ha seguido investigando sobre el origen que provoca que la sangre se solidifique, no se ha encontrado una explicación para ello. Por este motivo, cada mes de julio cientos de creyentes acuden al monasterio para poder presenciar el milagro y rezar frente a las reliquias del santo, que también se conservan en el relicario del Monasterio de la Encarnación.