Situado en pleno centro de Madrid se encuentra un pequeño espacio verde que se ha convertido en una de las joyas más mimadas del corazón de la ciudad. Se creó hacia el 1750 y es uno de los pocos jardines nobiliarios del XVIII que se conservan. Desconocido para muchos madrileños, el secreto jardín no es un lugar muy frecuentado, por lo que es una alternativa perfecta para escapar del bullicio de la capital.
Más de medio centenar de metros cuadrados de superficie ocupa el conocido como Jardín del Príncipe de Anglona. Su situación estratégica sobre un terraplén artificial le permite mantenerse, a pesar del fuerte desnivel existente entre la calle Segovia y la calle Príncipe de Anglona, lo que le confiere la característica de jardín colgante.
Su diseño actual fue obra de Javier de Winthuysen en 1920, pintor y diseñador de importantes jardines en toda España como los de la Moncloa. Aunque fue reformado a principios del siglo XX, aún conserva la estructura original que define todo el espacio. El Jardín del Príncipe de Anglona no se encuentra abierto permanente al público, sino que tiene horarios: en verano, de 10 de la mañana a 10 de la noche; en invierno, de 10 de la mañana a 18:30 de la tarde.
Una vez traspasada su entrada principal el aroma a frescor inunda el ambiente. El punto fuerte del jardín es su cuidada vegetación y el agua, que juntos conforman un oasis natural de estilo neoclásico. El jardín ha mantenido el trazado y el solado original de los caminos, destacando su céntrica ubicación en el Madrid de los Austria.
EL JARDÍN DE UN GRAN PALACIO
Los árboles del jardín dan una gran vitalidad y color recreando un jardín botánico formado por acacias, un plátano, higueras y ailanthos. Los caminos del espacio natural están hechos con ladrillos desgastados por el paso del tiempo. El jardín formaba parte del Palacio del Príncipe de Anglona, un edificio que fue la residencia del consejero de los Reyes Católicos y de Carlos I, Francisco de Vargas.
El jardín no ha estado siempre así de cuidado, ya que a principios del siglo XX este pequeño lugar fue abandonado hasta que el Ayuntamiento de Madrid lo adquirió y lo acondicionó para su apertura al público. Por ello, en el año 2000 se reconstruyó todo el conjunto con el jardín y se abrió al público en 2002.
Sus caminos, entremezclados, hacen del jardín un laberinto en el que nos topamos con muros que nos obligan a escoger otra ruta dentro del pequeño oasis natural, por lo que el entretenimiento y las risas resuenan entre sus paredes. Además, en su entrada destaca una pequeña fuente blanca que proporciona frescor al pequeño escenario.
Este elemento decorativo de granito ocupa el centro del espacio y es el principal foco de atención. En uno de los rincones, sobre una plataforma ligeramente elevada, se levanta una pequeña glorieta con estructura de hierro, mientras que por los laterales norte y sur fluyen dos pérgolas que escoltan el paseo.
La estación primaveral es uno de los mejores momentos para visitar estos jardines, cuando se llenan de flores, aunque es cierto que el otoño también los cubre de una singular belleza que hacen de este paraje un lugar único en La Latina. El acceso al Jardín del Príncipe de Anglona es completamente gratuito y merece por completo la pena, puesto que traslada a todo aquel que llega a los jardines al lugar por el que paseaba la nobleza madrileña.