Para quienes se dedican al asesoramiento financiero y patrimonial, es común recibir cada fin de año invitaciones a conferencias y artículos de opinión de bancos y gestoras con las previsiones para el año siguiente. En las próximas semanas se podrán ver charlas y conferencias por todo el país con este mismo enfoque: tratar de prever lo que pasará en la economía (nacional, europea y mundial) en el 2023 y sus posibles consecuencias en los mercados financieros. Se verán titulares como: “Los desafíos del mercado de cara a 2023”, “Perspectivas de mercado para 2023” o “¿Cuáles son los mejores fondos para invertir en 2023?”.
Este ejercicio de predicción servirá para ajustar las carteras y procurar obtener la mayor rentabilidad según el riesgo que se quiera asumir hasta el 31/12/2023, momento en que se pedirá a los analistas sacar de nuevo la bola de cristal para repetir el mismo ejercicio.
Predicciones ¿sirven para algo?
Según explican desde Bissan, los mejores asesores independientes reconocen que “acertar es prácticamente imposible. Los analistas y asesores deberían ser más humildes. Además, acertar con lo que va a ocurrir en materia económica, no asegura tomar la mejor decisión financiera”.
Entonces, ¿cuál es la solución? Si en el asesoramiento financiero uno se mueve en un mundo en incertidumbre, pero hay que tomar decisiones de inversión, ¿cómo hacerlo? Según Bissan todo comienza con una buena planificación financiera, la cual tiene muchísimas ventajas, entre las que destacan:
La familia conoce mucho mejor su situación.
No se tiene en cuenta solo el patrimonio financiero, sino el inmobiliario, empresarial, y la capacidad futura de generación de ahorro y capital.
Se reflexiona sobre en realidad qué se quiere en la vida.
Se identifican objetivos vitales, que muchas veces se pueden parametrizar en futuras necesidades financieras. Esto es fundamental al momento de crear la estrategia de inversión.
Se toman decisiones con un sentido global, y no de forma inercial como muchas veces sucede.
Se obtiene una visión de largo plazo, rompiendo esa tendencia a invertir buscando una rentabilidad a 31 de diciembre.
Con esta información, a través de la planificación se determina una estrategia de inversión personalizada, que debe ir ajustada para cada objetivo. De esta manera, si hay un objetivo a largo plazo (más de cinco años), no debería haber problema en asignar la mayoría de la cartera a renta variable. Se sabe que puede caer un 20% o un 40% en un año, pero si el mundo sigue girando y la cartera está convenientemente diversificada, los activos que tienen alta volatilidad tienen una pendiente alcista a largo plazo.
De la misma forma, si se identifica una necesidad de dinero a medio o corto plazo (cinco años o menos), no se debería invertir en renta variable y se debería tratar de “blindar” ese dinero con inversiones que tengan poca volatilidad, pues en estos plazos es posible que uno no se recupere de las caídas.
Según los expertos, esta es la mejor estrategia de inversión. Clara, personalizada y con convicción. Por eso debe ser la misma para el año 2023, que la que fue para 2012, 2011 y la que será para 2024, 2025, etc.; salvo que cambien los objetivos vitales.