Poner patas arriba la idea tradicional de qué es la justicia con ‘Imperio’, la imprescindible novela mexicana

Roberto Bojorges Cruz, experto militar y en Cooperación Internacional, echa la puerta abajo del mercado literario con una prodigiosa obra distópica que analiza el futuro del ser humano… sin descartar la creación de una nueva especie.

Habrá que seguir de cerca el nombre del mexicano Roberto Bojorges Cruz. Este autor, que vivió su infancia y juventud en la populosa Ciudad de México, logró la licenciatura en Administración Militar y la diplomatura de Estado Mayor por la Escuela Superior de Guerra del Ejército Mexicano. La seguridad de su país es un oficio en el que se ha desempeñado con eficiencia, así como en el desarrollo de análisis de temas de Cooperación Internacional. Su gusto por la otredad le ha llevado a interesarse vivamente por los países que ha visitado profesionalmente. Con Pecadores perversos, su primera novela, ya llamó la atención a ambos lados del Atlántico. Ahora vuelve a la carga con una sólida entrega que lleva por título Imperio.

Muchos y variados son los ingredientes de esta obra, que llega de la mano de la ágil Editorial Caligrama. De una parte, un fresco de Michelangelo Buonarroti como vía para separar a los justos de los pecadores. De otro, el memorable personaje de Alphonse Townsend, un corresponsal de guerra capaz de conformar un equipo para trabajar con patógenos peligrosos y el ADN de tres objetivos, con el que podrá diseñar un vector viral… capaz de crear una nueva especie. Hay que añadir también que Huitzilopochtli hace una analogía del pasado y presente para recuperar el esplendor de su territorio. Esta novela pone boca abajo el tradicional concepto de lo que es la justicia y la moral, planteando profundos debates filosóficos a los lectores. 

El sentido último de Imperio, además de entretener y suscitar debates con una trama sorprendentemente verosímil e inquietante, es invitar a una reflexión profunda sobre la (urgente) conveniencia de encontrar una manera razonable de convivencia sin atender a la estúpida obsesión de las diferencias de religión, raza, color o sexo. Si entre todos los individuos no son capaces de cuidarse y proteger el planeta, uno se puede dar por acabado. Aprender de la experiencia es el único camino posible. Y la lectura de Imperio ayuda a fomentar las preguntas adecuadas. 

En cuanto a la calidad de la narrativa, hay que destacar principalmente la prolija documentación geopolítica usada y el trepidante ritmo de lectura de una obra que atesora el poder de enganchar desde el arranque. Como muestra, un botón: «Alphonse, de pie, observa la biblioteca que ha nutrido durante cinco décadas en las Lomas de Chapultepec, los estantes con más de 2.000 libros trasladados de diferentes países son su patrimonio cultural. La casona estilo Victoriano, le recuerda su niñez y la ceremonia donde fue condecorado como Sir por la reina Isabel II en el Palacio de Buckingham. Con sonrisa amarga regresa en el tiempo, esa tarde el médico familiar les comunicó el cáncer de Isabella. Desesperado se comunicó con Iromasa Yoshida, un genetista japonés que se trasladó ese mismo día desde Tokio para efectuar estudios, cinco días fueron suficientes para conocer el veredicto, era tarde para contrarrestar los efectos». Realmente atractivo.

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