En el corazón de Madrid, la Plaza Mayor se yergue silente, testigo del devenir histórico y cultural de la capital española. Este emblemático lugar, punto de encuentro entre madrileños y visitantes, encapsula más de cuatro siglos de historia, convirtiéndola en mucho más que un atractivo turístico: es un verdadero símbolo de la ciudad.
En su estructura renacentista, se entretejen leyendas y secretos, capturando la imaginación de quienes la pisan. Las Joyas escondidas en la Plaza Mayor no son meramente elementos arquitectónicos o estéticos; representan fragmentos de un pasado que aún susurra entre sus columnas y arcos. Preparémonos para un viaje que nos revele las facetas menos conocidas, pero igualmente fascinantes, de este ícono madrileño.
1HISTORIA Y ARQUITECTURA DE LA PLAZA MAYOR
La Plaza Mayor de Madrid fue trazada por el arquitecto Juan de Herrera durante el reinado de Felipe II, aunque su construcción culminaría años más tarde, durante el período de Felipe III, cuya estatua ecuestre preside el recinto desde 1616. Originalmente denominada la “Plaza del Arrabal”, su diseño respondía a la necesidad de un espacio para las actividades comerciales de la creciente metrópoli. Renovada tras un devastador incendio, la Plaza Mayor recibió el toque barroco que hoy ostenta gracias a la intervención del arquitecto Juan Gómez de Mora.
Las portadas de entrada, especialmente la del Arco de Cuchilleros, son puntos que denotan la riqueza arquitectónica del conjunto. Tras descender por las emblemáticas escaleras de este arco, se despliega ante el visitante un universo de sabores, artesanía y tradiciones. Pero la historia también tuvo su cuota de sombras: aquí se celebraron autos de fe de la Inquisición y ejecuciones públicas, episodios que contrastan con la vitalidad que hoy día caracteriza a la plaza.
Adentrándonos en detalles constructivos, la simetría y la uniformidad son teselas del tapiz arquitectónico que conforma la plaza. Los soportales, con sus robustos pilares y arcos de medio punto, brindan refugio y conducción a paseantes. Las Casa de la Panadería y la Casa de la Carnicería, con sus fastuosas fachadas decoradas, erigen un lienzo histórico que dialoga con las terrazas y el bullicio contemporáneo.