Hace 90 años, las calles de Madrid se convertirían en protagonistas indiscutibles de uno de los acontecimientos más importantes de la historia de España. A partir de aquel 14 de abril de 1931, nada sería igual.
La II República llegaba al país y con ella un hervidero de gente tomaría las calles de Madrid. Lejos de ideologías, recorramos aquel momento histórico y recordemos los pocos restos republicanos que aún guarda la capital.
“La casa donde nací y a la que quizás no volveré”
El último rey que habitaría el mítico Palacio Real sería precisamente Alfonso XIII. Tras ver cómo perdía la confianza de los españoles, tuvo que abandonarlo de manera prácticamente clandestina.
“Esta es la casa donde nací y quizás no volveré a ver”, así se despedía este rey Borbón del que fue su hogar durante toda su vida. A las 21h de la noche del 14 de abril saldría por una puerta secreta de los Jardines del Moro rumbo a Cartagena.
Con la llegada de la República, los bienes de la corona se confiscaron. Además del Palacio Real, la Casa de Campo también pasaría a manos públicas. Antes era un coto de caza privado que pertenecía a la Casa Real.
Aunque a partir de aquel 14 de abril ningún rey volvería a vivir en el Palacio Real de Madrid, lo cierto es que no fue Alfonso XIII el último que habitó entre sus paredes. Manuel Azaña, presidente de la República, también instalaría allí su hogar.
Cuando uno visita el Palacio Real, aún puede encontrar una sala llamada “el despacho de Azaña”. Allí, junto a la capilla de este edificio, desarrollaba su trabajo el que fue el segundo presidente de la recién nacida república española.
En aquel momento, esta residencia real pasó a llamarse Palacio Nacional. Curiosamente, este es de los pocos lugares en los que se puede contemplar los restos de aquel breve Madrid republicano.
Ese vestigio es una de las farolas que se encuentran en su exterior. Existe solo tres “farolas republicanas” en la capital. Las otras dos se dice que están en el interior de una iglesia. No se quiere desvelar su ubicación para que no acaben siendo vandalizadas.
Las estatuas que cayeron con la II República
Aquel día nadie podía intuir el dolor que viviría España pocos años después. Todo era fiesta en aquel primer Madrid de la república. Hay que recordar que esta forma de Estado, en principio, no se adhiere a ninguna ideología.
Aunque aquella jornada se desarrolló de manera festiva y pacífica, sí que hubo ciertos acontecimientos vandálicos que sobrevolaron aquel primer día de la recién nacida República Española.
Muy cerca del Palacio Real se encuentra la plaza de Ópera, conocida también como plaza de Isabel II por la estatua que preside el lugar. Este homenaje a la reina fue uno de los primeros caídos aquel 14 de abril.
Unos exaltados ataron con cuerdas la estatua de la reina para tirarla al suelo. Posteriormente la arrastrarían por la calle Arenal hasta llegar a la Puerta del Sol. Según las crónicas, allí sería quemada.
Sin embargo, este hecho no sería aislado. Ya el 1868 durante la Revolución conocida como ‘La Gloriosa’, la ‘Isabelona’ acabaría arrastrada por las calles de Madrid.
Otra de las víctimas sería la estatua de Felipe III de la cercana Plaza Mayor. Cuando la tiraron al suelo, uno de los vándalos cogería el cetro y lo zarandearía entre vítores a modo de burla.
La Puerta del Sol, el epicentro de la historia de España
Para seguir nuestra ruta por aquel 14 de abril de 1931 solo tenemos que andar unos metros más. La Puerta del Sol clamaba como una olla a presión aquel histórico día.
Esta plaza, corazón de Madrid, es mucho más que un lugar público. Históricamente es todo un símbolo. Mucho de los grandes acontecimientos históricos tuvieron su epicentro en este lugar. El Levantamiento del Dos de Mayo es otro gran ejemplo.
¿Por qué sucedía esto? En la Puerta del Sol se concentraban una gran cantidad de vendedores de prensa. En aquel momento, el único acceso a la información posible era leer un periódico.
Los madrileños acudían allí para conocer lo que pasaba en el país. Desde el Sorteo de la Lotería hasta un cambio de régimen político. Todo pasaba por aquí. Es por ello que este lugar es todo un icono a nivel nacional.
La vuelta de la república, por tanto, tenía que pasar por aquí. Según trascurría el día, se fue llenando de gente que acudía a celebrar aquello que, entonces, supuso una alegría para muchos.
María Zambrano andaba por las calles de Madrid aquella tarde cuando le sorprendió una gran muchedumbre. Así narra esta escritora el momento en el que la primera bandera republicana se izó en Madrid, justo en el balcón de la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol:
“Llegaron aún unas oleadas desde la calle Mayor y Arenal, y como el viento en un campo de grito, se extendió la onda sonora: ‘Se ha ido, se acaba de ir, ahora, en este momento’… Y en ese momento todas las cabezas se alzaron hacia arriba, hacia el Ministerio de la Gobernación; se abrió el balcón, apareció un hombre, un hombre solo, alto, vestido de oscuro traje ciudadano; sobrio, dueño de sí, izó la bandera de la República que traía en sus brazos y se adelantó un instante para decir unas pocas palabras (…): ‘¡Viva la República! ¡Viva España!’. (…) Eran las seis y veinte de la tarde de un martes 14 de abril de 1931”.
La gente no cabía en la Puerta del Sol. Había tal cantidad de madrileños que muchos de ellos se subían al techo de los tranvías y coches que aún pasaban por allí. Tanto fue el revuelo que el 15 de abril se proclamó fiesta nacional.
La importancia de las ‘modistillas’ madrileñas
Si uno revisa las fotos de aquel histórico día llama la atención una cosa: ¿de dónde salieron tantas banderas republicanas si nadie se esperaba tal resultado? Las modistillas madrileñas tuvieron la culpa.
Modistas, verduleras, cigarreras… todos estos eran los oficios a los que estaban destinadas aquellas mujeres de clase baja que tenían que ganarse la vida. Denostadas por la sociedad, tuvieron que defenderse con arrojo de un Madrid hostil para ellas.
Pobres, sin estudios, pero con una gran valentía, las “modistillas” eran conocidas con este apelativo despectivo por su baja condición social. Sin embargo, el día 14 de abril tuvieron un papel protagonista.
Las elecciones que dieron la victoria a la república se celebraron el 12 de abril de 1931. En los días posteriores ya se empezaban a escuchar rumores de que, en las grandes ciudades, la monarquía había perdido el apoyo del pueblo.
Las modistillas en seguida empezaron a coser banderas y banderas tricolores. Cuando la noticia estaba confirmada, salieron a la calle a repartir telas y adornos para las solapas para celebrar este día.
Fueron por tanto ellas las que vistieron Madrid de rojo, amarillo y morado. Durante la Guerra Civil serían fuertemente represaliadas a imagen y semejanza de aquella Mariana Pineda a la que Lorca haría inmortal.
Los restos de la II República en Madrid
Tras este acontecimiento festivo, a España le esperaría tiempos de dolor y guerra. Aquel día nadie podía presagiar lo que le sucedería al país en los años venideros.
Con la victoria en la Guerra Civil, el Bando Nacional se encargó de borrar concienzudamente todo resto que pudiera recordar mínimamente a la II República. A pesar de ello, algo sobrevive en las calles de Madrid.
Si paseas por la plaza de Cibeles y miras una de las fachadas del Banco de España te llevarás una sorpresa. En la pared que pertenece a la ampliación, justo enfrente del Instituto Cervantes, podemos contemplar uno de los pocos escudos republicanos que aún se conservan en Madrid.
En El Retiro, en la Estación de Atocha o el Ministerio de Agricultura podemos encontrar alguno más. Sin embargo, el mejor conservado es el de Banco de España.
Si nos fijamos, la corona que preside el escudo no es real, sino que tiene forma de castillo. Aunque fue construido entonces, lo cierto es que este heraldo fue copiado de la I República y rescatado con este segundo advenimiento.
Otros de los pocos resquicios de aquel Madrid republicano lo encontramos en pleno barrio de Lavapiés. Si te acercas a la plaza Nelson Mandela, podrás encontrar una pequeña fuente que posee una inscripción que llama la atención.
“República Española” se puede leer allí. Se trata de la conocida como ‘Fuente de los Cabestreros’. Al Gobierno de Franco se le olvidó cambiarla porque Lavapiés siempre ha pertenecido a los llamados “barrios bajos de Madrid”, por lo que tampoco era interés de nadie.
En este lugar sobrevive esta fuente que durante mucho tiempo fue conocida por los madrileños como “Fuente de los Machos”. Esto es debido a que corría el rumor de que los hombres que bebían sus aguas aumentaban su virilidad.
Aunque la república dejó mucho que desear y a pesar de su dramático final, lo cierto es que mucha gente la acogió con esperanza. El nuevo régimen político traía aires de libertad a un pueblo que, independientemente de las diferencias, quería un cambio.
Según a quien pertenezca el corazón, unos lo recordarán como un día de celebración, otros tantos como un día de pena. Lo que no se puede negar es que ese día cambió el país y, de nuevo, fue Madrid el testigo de tal histórico momento.