La conocida calle madrileña de Antonio Grilo ha sido testigo a lo largo de los años de trágicos sucesos que han dejado huella a pesar del paso de los años. Sus antiguos edificios y sus calles estrechas albergan secretos que han hecho del emblemático barrio de Malasaña un lugar donde el terror y el misterio acaparan un gran protagonismo.
Es el caso de la calle de las Beatas, tal y como se conocía antiguamente. En el año 1899 se decidió cambiar el nombre al que tiene actualmente: calle Antonio Grilo. En ella vivió el poeta Antonio Grilo, por el cual fue nombrada así la calle, concretamente en el portal 24.
La oscuridad llegó a la calle en el verano del 1991, en el cual se denunció el caso de un niño que vivía junto a sus padres en la casa número 24 de la calle mencionada. Al parecer, el menor era torturado por sus padres y las autoridades tuvieron que intervenir quitándoles la custodia de su propio hijo.
A partir de ese momento, el mal fario se adueñó del barrio y los trágicos sucesos continuaron sucediendo unos años después. El 2 de marzo de 1915, el panadero Ángel Gómez Castillo fue asesinado en la esquina de la calle Antonio Grilo por su propio amigo, el cual le hirió con un cuchillo en el cuello.
El pánico y las habladurías empezaron a ser comunes referentes a la calle, la cual ya comenzaba a considerarse que estaba ‘maldita’. Sin embargo, estos no fueron los sucesos más escalofriantes, ya que al poco tiempo las autoridades acabaron descubriendo los restos de un bebé en la esquina de la calle de Las Beatas que había sido descuartizado.
El año 1930 tampoco dio tregua a la calle del barrio de Malasaña. Una mujer de cincuenta años, Dolores Gómez Ruz, decidió quitarse la vida a sus cincuenta años de edad tirándose desde el balcón de su casa. Con este horrible acontecimiento la calle Antonio Grilo confirmaba que había sido sujeto de brujerías o que simplemente se trataba de la calle con peor suerte de toda la capital.
Por muy sorprendente y macabro que pueda resultar, esta calle madrileña concretamente el número 9, tuvo un cementerio de fetos de bebés. Durante la postguerra, centenares de mujeres acudían allí para abortar, ya que había una clínica clandestina. Dicha clínica se encargaba posteriormente de enterrarlos en las cuevas de una bodega.
EL CRÍMEN MÁS MEDIÁTICO
Pero sin duda alguna, el más sonado de los crímenes ocurrió el 1 de mayo de 1962 en la vivienda de el sastre José María Ruiz Martínez. Un señor de 48 años que residía en la casa junto a su mujer Dolores Bermúdez Fernández y sus cinco hijos Carlos, Susana, Dolores, Adela y José.
Esa misma mañana, el sastre acabó con la vida de cada uno de sus hijos y de su mujer con un cuchillo de cocina; y al acabar se suicidó. El motivo por el que el José María Ruiz Martínez llevó a cabo tal masacre, estaba relacionada directamente con sus múltiples deudas y problemas económicos.
Lo más atroz del crimen fue la forma en la que el sastre acabó con los miembros de su familia. La policía encontró a los diferentes familiares muertos en diferentes escenarios y por diversos motivos, lo que nos lleva a pensar que empleó una muerte distinta para cada uno.
Tras llevar a cabo el asesinato, el patriarca de la familia exhibió públicamente el cadáver de tres de sus hijos por el balcón, en el cual posteriormente acabó con su vida. «¡Los he matado a todos!», «¡Los quería mucho!» y «¡Aquí están!» gritaba el hombre a viva voz en plena Malasaña y ante la atenta mirada de todos los que acudían de paso.
En noviembre de 1945 se encontró en esta vivienda el cuerpo sin vida de Felipe Breña Marcos, de 48 años. Fue en el 1ºD y presentaba un fuerte golpe en la zona posterior de la cabeza con un candelabro. Tres años más tarde aparecía otra persona fallecida en su cama debido a un ajuste cuentas.
En definitiva, la calle Antonio Grilo ha sufrido numerosos asesinatos y muertes violentas durante sus últimos veinte años llegando a ser la calle más maldita de todo Madrid. En la actualidad, sus residentes evitan hablar del tema y hacer vida normal como si nada de ello hubiese ocurrido. Sin embargo, el pasado no se puede borrar y hay quien asegura que cuando una calle es maldecida, nunca dejará de serlo.