Hay personas que dejan huella en la historia por mucho tiempo que pase. Sus memorias nos acompañan a día de hoy, recordándonos quienes fueron y que papel cumplieron en aquel entonces. Es el caso de María Isabel de Braganza, reina de España y segunda esposa de Fernando VII, que era su tío.
La joven de origen portugués tuvo una vida corta y amarga, pero que sigue presente en la actualidad puesto que nos dejó su amor hacia el arte a través del magnífico y único Museo del Prado. Nacida el 19 de mayo de 1797 en el palacio real de Queluz, en Portugal, fue la hija mayor del futuro rey don Juan VI y Carlota Joaquina de Borbón.
Marcada por una infancia difícil y muy disciplina, la joven infanta fue fruto de un matrimonio sin amor y una familia de reyes cristianos. Su vida con el paso de los años no mejoró, puesto que a principios del año 1816 Isabel de Braganza se vio forzada a contraer matrimonio con su tío, el rey de España.
Sin amor, cariño y ni si quiera conocerse; la futura reina llegó a la capital madrileña acompañada de su hermana María Francisca, la cual estaba comprometida de igual modo con el infante don Carlos María Isidro, que también pertenecía a la familia real.
De aspecto pálido, de ojos saltones, con un cierto sobrepeso que se podía apreciar en su rostro y una boca pequeña y torcida; la reina recibió el peor de los recibimientos posibles con el grito de “fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa!”. María Isabel de Braganza se presentó en Madrid sin dote ni herencia, por lo que se convirtió en la burla de los españoles.
Con tan solo diecinueve años, la joven portuguesa comenzó a vivir una vida en la que los compromisos y los asuntos reales cobraban una gran importancia en su rutina cotidiana, a pesar de que era la segunda esposa de Fernando VII. Dos meses después de contraer matrimonio, María Isabel de Braganza sufrió la pérdida de su primogénito con tan solo cinco meses, lo que le hizo centrarse aún más en su pasión, el arte.
Al llegar al monasterio de El Escorial, descubrió un gran número de obras de arte que se encontraban allí debido al incendio que hubo en el alcázar. La reina decidió coordinar a todos sus restauradores para que trasladasen los cuadros al palacio de Segovia.
LA IDEA DE FRANCISCO GOYA
A pesar de su entusiasmo y liderazgo por la iniciativa emprendida, no se llevó cabo tal y como lo tenía planeado. Fue Francisco de Goya, el grandísimo pintor español, quien la convenció de que era una mejor idea trasladar las obras de arte a Madrid con el fin de que pudiesen ser apreciadas por un número mayor de personas.
Nacía así el Museo del Prado, gracias a la inquietud artística de la reina María Isabel de Braganza. En 1818 comenzaron las reparaciones del edificio para transformarlo en el Real Museo de las Pinturas, siendo costeado únicamente por los propios reyes.
Tras comenzar las obras que harían realidad su sueño de tener en Madrid la mayor pinacoteca de toda la capital, la joven portuguesa quedó embarazada por segunda y última vez. El 26 de diciembre de 1818, María Isabel de Braganza empezó a tener contracciones, alargándose su parto durante horas.
Horas antes de iniciarse el parto, la reina se había quejado de unos fuertes dolores de cabeza y durante el alumbramiento se desmayó. Sin estudiar que es lo que le pasaba a la reina, los médicos dieron por muerta a la joven reina y la realizaron una cesárea de urgencia; desobedeciendo las advertencias de la hermana de Isabel de Braganza que afirmaba que aún seguía viva.
Y efectivamente así era, la reina se despertó del dolor que le estaba produciendo la cesárea y grito desconsoladamente, aunque sus súplicas no sirvieron de nada. Los cirujanos continuaron con la operación, lo que desencadenó en la muerte de la reina española de tan solo veinte años.
El mismo destino tuvo su hija, que tras estar cinco minutos en este mundo, falleció dejando a María Isabel de Braganza sin herederos para la corona de España. La vida de la reina no fue nada fácil para el poco tiempo de vida que tuvo, pero su gran iniciativa siguió adelante y el 19 de noviembre de 1819, un año después de su muerte, se inauguró el Museo del Prado que perdura hasta la actualidad.