La insólita pensión de Lavapiés en la que vivió Picasso junto a Pepe Isbert

Picasso, el artista revelación del siglo XX, tuvo una vida que no dejó indiferente a nadie. El pintor español procedente de Málaga triunfó en el mundo del arte con una forma de pintar única y reconocible en todo el mundo. Tras su marcha de este mundo, el autor nos dejó secretos aún sin resolver y una colección de cuadros que perdurarán eternamente entre todos nosotros.

Pacifista y comunista, Pablo Picasso era querido en cualquier rincón del mundo, especialmente en su país natal que le vio crecer. Su vida marcada por los viajes y por el ajetreo, dejó huellas en diferentes partes del mundo entre las que se encuentra la capital madrileña.

Desde muy joven, el pintor tenía claro a que se quería dedicar, por lo que con tan solo 16 años decidió instalarse en la capital madrileña. Entre 1897 y 1898, el artista vivió durante seis meses en el barrio madrileño de Lavapiés, trasladándose desde Barcelona. Llegó en septiembre y se alojó en el segundo piso del número 5 de la calle San Pedro Mártir junto a Tirso de Molina.

“SE ALOJÓ EN EL SEGUNDO PISO DEL NÚMERO 5 DE LA CALLE SAN PEDRO MÁRTIR”

La intención del pintor era comenzar a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aunque según cuentan el joven malagueño no era muy dotado para los estudios y se escapaba habitualmente al Retiro para inspirarse y pintar. Pero donde de verdad disfrutaba Picasso era en las salas del Prado, donde se deleitaba del arte de los más grandes pintores como El Greco.

En la casa madrileña donde vivió, coincidió con otro gran artista español: Pepe Isbert. Con tan solo 12 años, el actor español conoció a Picasso y se hicieron amigos antes de tener los dos la fama que alcanzaron. Ambos vivían en la pensión madrileña de San Pedro Mártir 5, donde compartieron cientos de vivencias.

LOS COLORIDOS MURALES QUE DECORAN LA FACHADA

La pensión donde vivió el pintor se puede reconocer rápidamente gracias a los coloridos murales llevados a cabo por Lola Gil que decoran la fachada del edificio. Se trata de cuatro murales cerámicos que muestran composiciones imaginadas por el artista.

En el cuarto piso se representa al artista vestido como uno de sus conocidos Pierrot, en el tercer piso una mujer que nos recuerda a “Mujer en blanco”, en el segundo piso observamos una referencia a los cuadros “El Retrato de Gertrude Stein” y “Mujer con abanico”, y en la primera planta se puede ver un Pablo Picasso viejo y un Pablo Picasso joven jugando a las cartas con su conocido amigo y vecino.

Para el pintor no había ningún lugar donde poder asentarse de manera definitiva, exceptuando Málaga, por lo que a lo largo de su vida vivió en diferentes ciudades como Barcelona, París y Madrid. Picasso enfermó de escarlatina y volvió a instalarse en Barcelona, aunque regresó a la capital tres años después.

A pesar de que el edificio luce por sí mismo entre las calles madrileñas, muchos madrileños y turistas desconocen que uno de los pintores más famosos del país residió en ella antes de que se conociese su gran talento. La decoración que caracteriza al edificio tuvo un valor de dos millones y medio de pesetas, siendo un lugar emblemático en cuyas paredes Picasso realizó obras que siguen sorprendiendo a todo aquel que observa su arte.