Así es la historia de amor eterno que perdura en las Salesas Reales

Popularmente conocido como las Salesas Reales, el Convento de la Visitación de Nuestra Señora es uno de los edificios religiosos más elegantes y con más historia del centro de Madrid. Se trata de un conjunto arquitectónico formado por la iglesia de Santa Bárbara y el Palacio de Justicia, sede del Tribunal Supremo.

El convento fue fundado en el año 1748 por la reina Bárbara de Braganza con el fin de que cumpliese la función de colegio y residencia para aquellos jóvenes de la alta nobleza. El arquitecto francés Francois Carlier fue el encargado de diseñar el templo religioso, aunque debido a un viaje que realizó durante la construcción fue Francisco Moradillo quién lo llevó a cabo modificando incluso el proyecto original al incluir dos torres-campanario.

La reina, procedente de Portugal, nació como heredera del trono portugués aunque finalmente fue reemplazada por su sobrino José I de Portugal. Bárbara de Braganza destacó en la capital por su gusto por el arte y sus conocimientos de cultura, propios de la Corte portuguesa.

La construcción de las Salesas Reales no estuvo motivada únicamente por su afán de que los jóvenes tuviesen conocimientos suficientes, sino que vio en el proyecto un plan futuro: un palacio de retiro para su viudez. Su fachada, ubicada en la calle Bárbara de Braganza, llama la atención a simple vista debido a su frontón triangular.

El interior de la iglesia muestra una sinfonía cromática en la que predomina el mármol y el bronce junto a multitud de obras escultóricas que terminan de rematar el encanto de la parroquia. Sus tesoros, sus altares, sus bóvedas y su cúpula enmarcan un edificio arquitectónico que deja patente la riqueza y el poder de la reina en el momento de su construcción.

El amor que se procesaban los reyes Bárbara de Braganza y Fernando VI era sabido por todo el país. Juntos tomaron las riendas del trono y gobernaron con discreción y sentido común, respetándose y queriéndose en todo momento. Tanto era el amor que se procesaban que al morir la reina, el rey entró en depresión y acabó falleciendo un año después.

Bárbara de Braganza era una mujer con un problema grave de obesidad que la provocó desde joven síntomas de diabetes. Este hecho, unido a que era asmática, provocaban que la reina tuviese problemas de movilidad. El tiempo no perdonó a la reina de España y poco a poco fue empeorando su salud hasta acabar falleciendo el 27 de agosto de 1758 en el Palacio Real de Aranjuez.

LA ÚLTIMA VOLUNTAD DEL REY

Al morir sin descendencia y no poder dar un hijo al rey, no tenía derecho a ser enterrada en El Escorial junto al resto de los monarcas. En su lugar, sus restos se colocaron en las Salesas Reales, fundada por ella unos años antes. La muestra del amor eterno entre los reyes y desconocida para muchos madrileños llegó un año después.

En 1759 Fernando VI falleció, según contaba el entorno del monarca de tristeza por la pérdida de su amada. El hecho que sorprendió al pueblo y a la Corte fue que el rey rechazó ser enterrado en El Escorial junto a sus familiares y se decantó por descansar eternamente junto a su esposa en las Salesas Reales.

Su hermanastro Carlos III, el cual ocupó el trono de España, fue el encargado de ordenar construir el sepulcro en el que se encuentran sus restos en la actualidad al escultor Francisco Gutiérrez. De este modo, se cumplió el deseo de Fernando VI de descansar junto a su amada para siempre.

En la actualidad, el monumento funerario del rey se encuentra en el lado derecho del crucero de la iglesia y compartiendo pared, en la parte de detrás, se haya el de la reina. Una bonita historia de amor que tuvo lugar en el corazón de la ciudad y que aún queda patente a ojos de todo aquel que visite las Salesas Reales.