Si existe un monumento que sea un gran símbolo de la capital esa es nuestra Gran Vía. Con poco más de 100 años, esta ‘joven’ calle se ha convertido en la imagen más compartida de Madrid a lo largo del mundo entero.
Desde principios del siglo XX hasta hora, cientos de madrileños recorren sus aceras, visitan sus teatros y cruzan sus largos pasos de cebra. La historia de esta calle es apasionante, pero ¿sabíais que no siempre se llamó Gran Vía?
Las tres primeras ‘Gran Vías’
A principios del siglo XX comienza un faraónico proyecto que pretende modernizar Madrid para convertirla en una ciudad totalmente puntera en el mundo. Para ello, se presentaron varios proyectos. Uno de ellos consistía en crear un largo bulevar que convirtiera la castiza villa en algo más cosmopolita.
El 10 de enero de 1886, Carlos Velasco le enseñaría al rey Alfonso XIII su idea. “Una gran vía desde la calle de Alcalá hasta la plaza de San Marcial“, ponía en su título. No fue hasta casi 20 años después que se empezó a hacer realidad este proyecto de la mano de Francisco Andrés Octavio y José López Sallaberry.
Al principio, más que una gran calle, eran tres. Estos tres tramos se irían construyendo poco a poco y, aunque estuvieran unidos, cada uno sería independiente del anterior.
El primer tramo iba desde la Plaza de San Marcial (actual Plaza de España), hasta la Plaza de Callao. Este fue bautizado como Avenida Eduardo Dato. Tomó su nombre del presidente del Gobierno de la época.
El segundo era un bulevar. Este iba desde Callao, hasta la Red de San Luis (donde se encuentra el actual metro de Gran Vía, o más bien sus obras). El nombre elegido para este tramo fue el de Avenida Pi y Margall. No fue hasta 1916 cuando obtuvo esta denominación, con la llegada de la I República, la cual era presidida por catalán Francisco Pi y Margall.
La última parte de la actual Gran Vía comienza en la esquina con la calle Montera hasta la misma calla Alcalá. Para bautizarla se eligió hacer un homenaje al Conde de Peñalver, tomando de él su nombre.
La Gran Vía tal y como la conocemos ahora, por tanto, eran tres grandes avenidas seguidas unas de otras. Si nos fijamos al recorrer la calle es fácil distinguirlas pues cada una tiene una inclinación diferente. Mientras unas son cuesta arriba, las otras son cuesta abajo. Excepto la zona central, que es plana.
El baile de nombres durante la Guerra Civil
La Guerra Civil supuso uno de los momentos más duros de la historia de Madrid. La ciudad se encontraba completamente sitiada y los madrileños se negaron a abandonar sus casas pese al peligro que esto suponía.
Fue durante esta segunda mitad de los años 30 cuando la Gran Vía se fusiona en una sola calle y pasa a tener un solo nombre común. El problema es que no todos se ponían de acuerdo en cómo llamar a la calle más importante de Madrid.
En menos de tres años fue increíble el baile de nombres que vivió la Gran Vía madrileña. Al principio de todo se llamó ‘Avenida de la CNT’, en honor al sindicato anarquista con este mismo nombre. Poco después se pasó a ‘Avenida de Rusia‘.
Los madrileños seguían acudiendo al teatro y los cines de esta céntrica calle a pesar de las bombas. De nuevo se le volvió a cambiar el nombre, esta vez el elegido fue ‘Avenida de la Unión Soviética’, como un homenaje a la ayuda recibida en la guerra por las Brigadas Internacionales.
Además de todo eso, en 1937 el tramo bautizado como Eduardo Dato también fue cambiado de nombre. Se llamó Avenida de México debido a la gran amistad que existía por aquel entonces entre ambos países. Un baile de nombres que tendría locos a los madrileños de la época.
Las bombas, unas vecinas más de Madrid
A pesar del peligro que suponía transitar por las calles de Madrid, los madrileños se negaron a que la Guerra Civil les restara libertad. Por ello, los cafés y cines que poblaban las aceras de la Gran Vía seguían llenos a pesar de las bombas.
Los habitantes de Madrid normalizaron tanto las malas noticias, que popularmente se empezó a conocer a esta calle como ‘Avenida de los Obuses’. Cuando se oía la señal, la gente corría a los refugios. Mientras, la vida continuaba todo lo normal que puede hacerlo en medio de una guerra.
En esta imagen podemos ver a un grupo de madrileños mirando al cielo sorprendidos al paso de uno de estos aviones. Si nos fijamos, esto está a la altura del número 32 de la Gran Vía, en una de las esquinas de una de las tiendas de ropa más grandes de la ciudad.
Por otro lado, otros muchos la llamaban ‘Avenida del quince y medio’, pues este solía ser el calibre más común entre los proyectiles que el enemigo lanzaba sobre el observatorio militar situado en el edificio de la Telefónica.
Los grandes desfiles por la ‘Avenida de José Antonio’
La llegada del Franquismo supuso un cambio radical en la sociedad española y, por supuesto, también en el nombre de la Gran Vía. Los homenajes al comunismo desaparecieron y fueron sustituido por otros dirigidos a los líderes de movimiento.
La Gran Vía pasó a llamarse ‘Avenida de José Antonio Primo de Rivera’ en honor al fundador de la falange. También se cambió el nombre del metro, que adquirió esta misma denominación.
El régimen de Franco utilizaría esta preciosa calle para presumir de ciudad ante las visitas. Una de las más recordadas fue en 1969. Los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong, primeros hombres en pisar la luna, se pasearon entre vítores por la antigua Avenida de José Antonio.
Gran Vía, un nombre con reconocimiento mundial
Es curioso que antes de nacer esta calle, ya existía en forma de zarzuela. En el año 1886 se vendía por las calles de Madrid un panfleto que explicaba la reforma que iban a hacer e la Puerta del Sol. Muchos de los madrileños se negaban y estas obras generaron un gran revuelo en las calles de la capital.
Felipe Pérez y González aprovechó la polémica para escribir una zarzuela sobre esta historia. El encargado de ponerle música sería nada más y nada menos que el famoso compositor Federico Chueca.
A pesar de ello, no fue hasta bien entrada la democracia cuando la calle más famosa de Madrid adquiriría su actual nombre: Gran Vía. El encargado del bautizo sería el famoso alcalde Enrique Tierno Galván.
Pocos años antes, un curioso pintor plantaba su lienzo cada mañana al amanecer a los pies del edificio metrópolis. No era otro que Antonio López. Para poder inmortalizar la luz de su cuadro solo podía estar allí durante diez minutos pues, después, esta se perdía. Tardó 7 años en terminarlo.
Desde aquel entonces, la Gran Vía no ha vuelto a cambiar de nombre. Aunque sea una de las calles más jóvenes de Madrid, esta es sin duda la más famosa de todas. Los madrileños tenemos una profunda suerte al poder admirar a diario toda su belleza.