El callejero de Madrid está lleno de historias sorprendentes que nos invitan a conocer cómo era la vida de aquellos primeros madrileños que habitaron sus casas. Solo hace falta alzar la vista y fijarse en el nombre de las calles.
Hoy, vamos a rememorar una curiosa historia que sucedió en Madrid del siglo XV y de la que ha quedado constancia gracias a las calles del castizo barrio de Lavapiés.
Las calles de Lavapiés, multiculturales desde el origen
El barrio de Lavapiés es uno de los más antiguos de todo Madrid. Más de 500 años de historia lo abalan. Pasear por sus castizos rincones te transporta a una época en la que la capital no era más que una pequeña villa en el centro de España.
El origen de Lavapiés viene de la mano de los judíos. Este era el barrio donde vivían y se reunían en torno a la Sinagoga. Este templo sagrado se encontraba en donde hoy está la famosa iglesia de San Lorenzo.
Su nombre viene de un rito judío que estos realizan a la hora de rezar. Antes de iniciar sus oraciones, los judíos lavan sus brazos y piernas como signo de purificación. De ahí esta denominación.
A finales del siglo XV se expulsa a los judíos de España. Los madrileños tenía dos opciones: quedarse y convertirse o marcharse del país. Los que se quedaron vieron como su barrio se iba cristianizando.
Lavapiés es hoy una mezcla de culturas donde se puede recorrer el mundo con tan solo pasear por sus calles. Esta convivencia, como podemos ver, lleva años dándose en Madrid. Ahí reside la riqueza multicultural de este castizo barrio.
Cuando Madrid se convirtió en una pista de agua
Como hemos comentado, el callejero de Madrid es como un gran libro al aire libre donde poder repasar la historia más antigua de la capital, con tan solo un golpe de vista y algo de curiosidad.
Hoy nos centramos en un acontecimiento que tuvo a Madrid pendiente del cielo durante tres meses seguidos en la primera mitad del siglo XV.
Cuentan las crónicas matritenses que en Madrid estuvo lloviendo desde el 29 de octubre de 1439, hasta el 20 de enero 1440. Absolutamente todos los días caía lluvia, y hasta nieve, sobre la capital.
Tanta lluvia hizo que el río Manzanares se desbordara. La ciudad, que en aquel tiempo vivía dentro de los muros de la antigua muralla, no se podía creer que, durante casi cuatro meses, no fueran capaces de contemplar el sol en ningún momento.
“¡Mira el sol!, ¡Mira el río!”, el grito de los madrileños
Testigo de aquel acontecimiento quedan las calles ‘Mira el Río’ y ‘Mira el Sol’ en el barrio de Lavapiés.
La calle ‘Mira el Río’ se divide actualmente en dos: una ‘alta’ y otra ‘baja’. Mientras que ‘Mira el Río alta’ va de la calle Carlos Arniche hasta Arganzuela, la Baja trascurre entre la misma alta hasta la plaza del Campillo del Mundo Nuevo.
En el siglo XV, en este lugar había un peñón que actuaba de mirador. Si subías a él podías contemplar unas maravillosas vistas de lo que entonces eran las afueras de la ciudad, por donde trascurre el río Manzanares.
Debido a las inundaciones, el río aumentó de manera muy considerable su caudal. Este acontecimiento llamó mucho la atención a los madrileños, que acudían a este peñón a contemplar cómo crecía el Manzanares.
“¡Mira el Río!” gritaban los vecinos del Lavapiés de entonces, asombrados con el efecto de las lluvias. Y de ahí viene el nombre de esta curiosa calle.
Con la calle ‘Mira el Sol’ pasa algo parecido. Esta, cercana a la anterior, comienza en la calle Embajadores y termina también en la plazuela del Campillo del Mundo Nuevo.
Las famosas inundaciones del siglo XV terminaron aproximadamente a principios de febrero. Los madrileños, tras cuatro meses de lluvias sin descanso, salieron a contemplar el sol como si fuera todo un acontecimiento.
Como ya hemos dicho, en la zona había una serie de miradores. Cuando los habitantes de la zona disfrutaron de los rayos del sol, muchos exclamaban ¡Mira el Sol!, nombre con el que se acabó bautizando a esta calle.
La importancia de las calles del Madrid galdosiano
Benito Pérez Galdós quiso inmortalizar esta calle en una de sus obras más famosas: Fortunata y Jacinta.
Si nos fijamos aún hoy, lo cierto es que la calle Mira el Río Baja es una pronunciada cuesta que lleva martirizando a los madrileños desde que se creara allá por el lejano siglo XV.
La próxima vez que vayas a disfrutar del domingo al Rastro de Madrid y pasees por estas calles, acuérdate de aquellos madrileños que admiraron el sol por primera vez, tras cuatro meses de lluvia.